La química poética de Antonio Gamoneda es desgarro
personal y diálogo profundo entre el hombre y sus cosas
primarias, la mirada y sus perplejidades, la
imposibilidad del vínculo pleno y el merodeo de la
muerte. Por sus páginas circulan el vendedor de sombra,
el animal del llanto, el vigilante de la nieve, los
animales del silencio, el escultor ciego y el animal
perfecto, siluetas desesperadas que respiran y observan
inadvertidas entre las cosas.